Hace algunos años ya desde que compré una lámina de "El grito", la enmarqué y la colgué en mi habitación. Ha pasado mucho tiempo ya dese que mataba el insomnio habitual de cada noche admirando la belleza de esta obra de arte. Hacía mucho tiempo que no me volvía a sentir así, solo y prisionero de mis temores. Necesito gritar pero no puedo.

Vuelvo a tener la boca llena de un dolor tan fuerte que es capaz de oscurecer cualquier pensamiento, capaz de atarme a la desidia. La incapacidad del habla me obliga a recluirme y aislarme de los que intentan ayudarme. La experiencia me angustia por que sé con tremenda exactitud como me voy a sentir en cada momento. El sueño de la razón produce monstruos, decía Goya. El silencio del que tantas veces he disfrutado ahora se convierte en una productora de fantasías terroríficas y comerciales.

Siento como si en vez de dientes tuviese agujas que se me clavan en la garganta a cada intento de tragar saliva. Las gafas impiden la huida de mis ojos rojos y lacrimosos cada vez que cualquier liquido recorre las paredes de mi boca. Siento la suciedad de la falta de higiene. Me aburre la necesidad de explicar a todo el que se cruza conmigo la particularidad de mi alergia, intentando justificar un dolor que ellos no entienden hasta que abro la boca para revolverles el estomago. Me atiborro de medicamentos que sé con seguridad que no me hacen nada pero que si no los tomo la cosa va a peor. Y me agobia la lentitud con que pasa el tiempo en momentos tan duros.

Por suerte, voy mejorando y poco a poco iré dejando las sopas para engullir pizza.